Teresa Forcades, la monja española que admira a Hugo Chávez
«no hay ningún líder contemporáneo europeo que tenga su cultura»
Una “rara avis” en la Iglesia Católica. Forcades es crítica y revolucionaria frente a la estructura eclesiástica. Teme por la vida de Chávez.
Se hizo famosa hace tres años con un discurso arriesgado, contracorriente y combativo contra las empresas farmacéuticas. Teresa Forcades, que además de monja benedictina es teóloga, doctora en Medicina y «feminista», alzó su voz en plena pandemia de la gripe A para protestar contra la vacunación obligatoria, innecesaria y que sólo sanaba, dijo, las cuentas de resultados de los laboratorios.
Tres años después, la 'monja roja' vuelve a la actualidad por unas nuevas declaraciones que, cuando menos, podrían entenderse como peculiares en un miembro de la Iglesia católica española. Forcades (Barcelona, 1966) ha decidido confesarse sin remilgos en un libro en el que desvela sus ideas sobre política, economía, medicina y religión, ciertamente alejadas de la línea oficial marcada por Rouco Varela -ya se mostró a favor del aborto, lo que la valió una reprimenda desde Roma-.
Tres años después, la 'monja roja' vuelve a la actualidad por unas nuevas declaraciones que, cuando menos, podrían entenderse como peculiares en un miembro de la Iglesia católica española. Forcades (Barcelona, 1966) ha decidido confesarse sin remilgos en un libro en el que desvela sus ideas sobre política, economía, medicina y religión, ciertamente alejadas de la línea oficial marcada por Rouco Varela -ya se mostró a favor del aborto, lo que la valió una reprimenda desde Roma-.
La religiosa asegura en 'Conversaciones con Teresa Forcades' ser admiradora de Hugo Chávez, el presidente de Venezuela, estandarte del socialismo del siglo XXI . «Está haciendo un bien inmenso a su país y al mundo», explica la monja benedictina, que se formó como médico en Estados Unidos y reside en el monasterio de Sant Benet de Montserrat (Barcelona). La benedictina confiesa que viajó a Venezuela creyendo que Chávez era un «líder carismático con prácticas dictatoriales, al que había visto por la televisión gritando y amenazando y acusando al imperio yanqui como culpable de todo».
Todo cambio nada más pisar el país. Cuando llegó a la habitación de su hotel y encendió la televisión venezolana, descubrió a un arzobispo dando un sermón «contra el Gobierno legítimo de Chávez». «Con este pequeño detalle comprobé que había libertad de expresión en Venezuela, que era y es un país con una problemática importante, pero que poco a poco lo va resolviendo».
Forcades aplaude que el gobierno de Venezuela haya reducido del 20% al 7% el número de personas en situación de pobreza extrema -«¡y no olvidemos que en España hay un 20 % de pobreza!»- y que «en menos de diez años ha alfabetizado al 95 % de sus ciudadanos».
Forcades aplaude que el gobierno de Venezuela haya reducido del 20% al 7% el número de personas en situación de pobreza extrema -«¡y no olvidemos que en España hay un 20 % de pobreza!»- y que «en menos de diez años ha alfabetizado al 95 % de sus ciudadanos».
Tal es su fascinación por Chávez, que la religiosa se aventura a asegurar que «no hay ningún líder contemporáneo europeo que tenga su cultura» y que teme que «lo eliminen los intereses geopolíticos de los poderosos».
Desconectó a una paciente
Si en política no se anda con remilgos, con respecto a la religión tampoco comulga con ruedas de molino. Forcades reclama un cambio democrático en la Iglesia católica, que ella cree llegará en un plazo de diez años. «Será de abajo a arriba porque cada vez cobra más fuerza una base que tiene ganas de que esto cambio». Por ello pide a todos los religiosos que actúen «según las doctrinas de Jesucristo» y no se parapeten en decir que «es que el Papa no me deja, porque en el juicio final no servirá poner como excusa que no se hizo una cosa porque el Papa no me dejó».
Forcades desvela aspectos íntimos de su vida, como que sus padres se divorciaron cuando era niña o que siendo interna en un hospital de EE UU desconectó a una paciente de la máquina que la mantenía con vida a petición de la familia. Eso sí: la monja se muestra contraria tanto al «ensañamiento terapéutico como a la eutanasia activa».
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