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viernes, 13 de agosto de 2010

«Entre pared y pared»: el desplazamiento forzado en Ituango (Antioquia)

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Escrito por Pedro Solano
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Ituango es uno de esos “Paraísos Perdidos” que tanto abundan en el país. En el  noroccidente antioqueño, enclavado en la falda de una montaña a casi 20 horas de camino desde Bogotá y a 195 kilómetros de Medellín, se accede a él a través de la carretera que desde Medellín comunica con San Andrés de Cuerquia; ésta es prácticamente la única vía de acceso al municipio. Tal ruta –por tramos de difícil tránsito- hace parte vertebral, junto con el puente Pescadero –inaugurado en 1963- de la historia de este municipio esquivo a la mirada del  viajero. Actualmente hay un renovado interés por la mejora de las vías derivado de la ejecución del proyecto Hidroituango. Este proyecto hidroeléctrico ideado en la década de los 70 pretende ser la segunda represa más importante de Suramérica y la más importante de Colombia.
Sobre la historia de Ituango gravita desde siempre la rapacidad y apetito voraz de grandes poderes económicos, apetito ansioso, violento que quizá sea provocado por el hecho de que en estas tierras además de la gran productividad de sus suelos (pequeños cultivos de maíz, caña de azúcar, café, frijol, plátano, aguacate, naranja, granadilla y cacao fecundan el paisaje y son parte fundamental de la economía campesina), se descubre actualmente un importante potencial hídrico y, por qué no decirlo, minero (en el lecho del río Cauca, muchas familias, sobre todo de San Andrés de Cuerquia, encuentran en la explotación artesanal del oro un medio de vida). Y desde siempre se ha reconocido en Ituango –municipio verde- una gran reserva natural en la que encontramos el Parque Natural Paramillo; goza toda esta tierra de una gran diversidad en flora y fauna y, si ello fuera poco, hasta yacimientos de Platino.

Todos estos factores explican el atractivo que tiene la zona para grandes poderes económicos. A la vez es la disputa que se establece sobre los mismos por parte de múltiples actores, lo que determina las dinámicas de desplazamiento que desde hace aproximadamente 15 años sufre esta localidad.

Más de la mitad del campesinado de Ituango ha sufrido desplazamiento forzado. De una población total de más de 25.000 personas, 16.173 son desplazadas según datos de la Corte Constitucional de marzo de 2009. Un rasgo característico de estos desplazamientos forzados es que son interveredales en su gran mayoría y en algunos casos reiterativos —hay personas que han sufrido hasta siete desplazamientos en los últimos años— y siguen una dinámica de desplazamiento-regreso-desplazamiento que tendencialmente causa más pobreza en la población.

Motivos del desplazamiento
Según afirma un representante comunitario, «la situación que viven la ha ocasionado el Estado colombiano» a través de una estrategia militar y jurídica. El Gobierno declara el Nudo del Paramillo como Parque Nacional Natural en 1977 y despoja a las poblaciones de sus tierras y medios de vida. Hoy esas familias siguen reclamando que el Estado compre los terrenos de donde fueron desplazadas. El proyecto Hidroituango-Pescadero añade presión a las poblaciones por su impacto social y los intereses económicos que lo rodean. La entrada paramilitar en la zona empezó en 1997 alrededor del Parque Natural y en la cuenca del río Cauca, objetivos de la actual expansión capitalista.

El desplazamiento forzado en Ituango debe entenderse a partir de estas coordenadas geoestratégicas y del miedo como elemento de control. En ello juega un papel importante el recuerdo de las masacres paramilitares de El Aro y la Granja en 1997 y las amenazas de la  Fuerza Pública cuando dice a la gente, como relata un presidente de una Junta de Acción Comunal, que «detrás de ellos vienen los otros, los que traen el gatillo por delante». La declaración del municipio como “zona de riesgo extremo” por parte del Gobierno en respuesta a los múltiples desplazamientos forzosos refuerza la idea de que Ituango es zona de influencia guerrillera, provocando el fortalecimiento del contingente militar y policial en la región. Este imaginario de Ituango como zona guerrillera incide en el bloqueo económico y alimentario que sufren muchas veredas por parte del Ejército Nacional que presupone una relación orgánica entre la población civil y la insurgencia.

«Estamos entre pared y pared»
Ésta era la afirmación de una presidenta de Junta de Acción Comunal, expresión atinada para definir la situación de la población desplazada en Ituango pues entre la “pared económica” y la “pared militar” roza ya los límites tolerables. De las alocuciones mantenidas con los pobladores se puede inferir la difícil situación que viven con constantes agresiones, hostigamientos, señalamientos y retenciones por parte del Ejército Nacional, a lo que se añade que la población civil se ve obligada a obedecer a todos los actores armados que hacen presencia en la zona y que ocupan escuelas y moradas por días o semanas. «Recibimos una llamada o un papel de las FARC que nos da órdenes como, por ejemplo, que si el Ejército se queda dos días en nuestra casa, tenemos que salir».

Los pobladores también tienen miedo de transitar por los caminos debido a la existencia de campos minados de los cuales son responsabilizados por la Fuerza Pública: «Cuando volvemos por la tarde de trabajar nos dicen que vamos a colocar minas y cuando salimos en la mañana nos dicen que venimos de retirarlas». En muchas ocasiones la Policía Nacional les retiene, ficha y toma fotografías una vez llegan al casco urbano.

La relación entre el hostigamiento económico y militar a la población se muestra claramente cuando la gente de las veredas afirma que muchos operativos militares que provocan desplazamientos coinciden con las épocas de cosecha cuando los cultivos están listos para su recolección. Al regresar ya no hay animales ni cosecha, forjándose la opinión entre la gente de que «entre más se trabaja, más se pierde».

Dos estrategias y un solo fin confluyen en Ituango y son las causas y factor explicativo de la situación que en esas tierras muchas familias campesinas viven día a día tratando de hacer frente a poderes que les son lejanos. Si usted le pregunta a un campesino de Ituango qué quiere, sin duda responderá que le dejen vivir en paz.

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