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sábado, 18 de julio de 2009

FRANCISCO MORAZAN, POR JOSE MARIA VARGAS VILA


del libro "los divinos y los humanos"

"...es frente a una mar azul,... en que escribi este libro; ¿cuando?, ¿donde?, en el año 1892, en la isla de curacao..."

"hacer luz, tanta luz en la conciencia humana, que mañana, cuando amanezca, se hayan visto desaparecer para siempre en el fulgido horizonte la sombra del ultimo provincial tras la huella del ultino lacayo!..."

"todos van hacia el perdon y hacia el olvido....soy el ultimo rebelde...mi pluma no capitula"
prologos del libro "los divinos y los humanos"
Nota: estas lineas, especialmente escritas para resaltar la figura heroica de francisco morazan, adquieren especial importancia y vigencia, apartir del golpe militar facista en honduras, llama la atencion, el paPel jugado por la clase politica aristocratica, los estadounidenses y la elite clereical, en los ataques a morazan, y ahora en el presente en el desalojo de la presidencia contra zelaya, las mismas tacticas, las mismas mentiras, las mismas acciones, definitivamente, los enemigos del pueblo y sus intereses, tanto ayer como hoy, siguen siendo los mismos.

LOS HUMANOS
FRANCISCO MORAZAN


Después de Santander, que fué el hombre, en la esfera intelectual política, más grande de su época, el liberalismo americano no registra en aquellos tiempos figura más simpática, más innovadora, más gallarda que Morazán.
Caudillo juvenil, atrevido, generoso; temperamento apasionado y heroico; hombre superior a su tiempo y al medio en que vivía, pasó por la Historia con un fulgor de relámpago y el ruido de un guerrero homérico.
era en época de lucha.
La evolución patriótica del general Gainza, con su obra de independencia, había perecido en el oleaje con que los conservadores y aristócratas de Guatemala iban en obscura turbamulta -al pie del trono de Iturbide a pedir que les unciera el yugo de su cetro de emperador aventurero.
La cumbre más alta del liberalismo centroamericano ha sido siempre la república del Salvador. Allí se refugió en aquel eclipse el águila liberal herida.
La bandera del imperio cubrió a Centro América sostenida por las manos del general Filísola.
! Cayó Iturbide ¡ El partido conservador y el liberal volvieron a encontrarse frente a frente. Los serviles habían perdido su amo, pero conservaban su odio a la libertad. Los liberales conservaban su bandera y su derecho.
Triunfó el liberalismo.
La constitución de 1824 fué una aurora.
Aquel evangelio liberal abolió la esclavitud, la nobleza hasta el titulo de don, la venta de bulas deI Papa y proclamó la República centro-americana,
Hecuba aulló, dice Homero. El clericalismo aulló; diremos nosotros. Grito de hiena en medio de la sombra.
El Papa sintió por primera vez que el aliento del liberalismo americano le daba en el rostro. Fulminó excomuniones y lanzó rayos del Vaticano sobre los mandatarios del Salvador. A la cólera papal se respondió por el liberalismo con el nombramiento del obispo Delgado, hecho por el gobierno nacional. El heredero de San Pedro devoró la afrenta. Desde el bofetón de Nogaret, que hizo vacilar la tierra en la cabeza de Bonifacio VIII, la mejilla de los papas no enrojece.
Los serviles, es decir, el clero y la nobleza, hicieron la guerra, poniendo a su cabeza el marqués de Aycinena, resto apolillado de aquella aristocracia parroquial.
Hubo conjunción de tinieblas. El fanatismo poderoso y el conservatismo rencoroso pelearon unidos como siempre.
Los sangre azul vencieron al fin y el partido liberal cayó envuelto en su bandera gloriosa, que era la bandera de la república, seguido de los hombres libres
y de los esclavos libertados, en la sangrienta y espantosa batalla de Salina grande, el 28 de Septiembre de 1.827.
La sombra entonces fué completa.
El clero imperó solo.
Algo semejante a lo que pasa hoy en Colombia y en el Ecuador sucedió allí.
En medio de la densa obscuridad vióse de súbito uno como centelleo de astros en el horizonte, el avance de algo como el carro de Ezequiel, y percibióse en el profundo silencio un ruido como de bandada de águilas que avanzaba, grito de pelea de cóndores. La claridad y el ruido salían de las espesas selvas hondureñas. Era Morazán, Morazán que aparecía en la historia seguido de dos mil compañeros, para ser el, caballero Bayardo de aquella democracia herida. Es imposible que la Historia pase por delante de esa figura sin descubrirse veintiocho años, figura seductora, imaginación ardiente, corazón de héroe, mente llena de ideales inteligencia cultivada, soñador de la libertad, caballero del honor; hé ahí el héroe.
¡ Venció ¡ sobre las ruinas de aquella teocracia caída levantó el más bello edificio del derecho humano. Castigó el clero conspirador y corrompido. Expulsé al obispo Casaus, alma de la última sombra cruzada, hizo embarcar en el puerto de Isabel a todos los frailes de Guatemala, soliviantando así la libertad y la moral con esta peregrinación de vicios tonsurados; de los conventos hizo prisiones modelos; fundó escuelas por el método de Lancáster, el más avanzado entonces, que no había surgido Pestalozzi; introdujo el sistema de procedimientos judiciales de los Estados Unidos, la adopción del Jurado, la libertad de cultos; realizó todas las grandes reformas; todo lo iluminó con el esfuerzo de su genio innovador, en la escuela de la conciencia y la justicia, en el templo de la ley; llevó la luz a todos y penetró con ella hasta el claustro sombrío, donde oraban de rodillas vírgenes arrancadas a la vida por desengaños pasajeros o por imposiciones paternales; conciencias pervertidas por un misticismo sombrío, o naturalezas enfermas por un histerismo ardiente, y abriéndoles las puertas les volvió la libertad y prohibió tomar el velo.
La guerra sacerdotal se refugió entonces en los campos. La conspiración fué rural. Los curas comenzaron a sublevar las indiadas en nombre de Dios y de la Religión, con esa frase y esas promesas que forman su repertorio, y que pasados los tiempos vimos lucir con tanto donaire en el clero de Colombia y en la literatura venenosa y sombría del obispo Restrepo de Pasto.
En tanto la Confederación se hacía fragmentos.
El Salvador se separó de ella en 1853. Nicaragua en 1834. Costa Rica poco tiempo después.
Morazán quedó solo. Era la inmensa solitaria roca en medio del océano, desafiando el horizonte negro y el túrbido oleaje.
¡ Sombrío y terrible el cuadro de esa lucha ¡
Las revoluciones suelen tomar no sé qué extraña condensación en sus hombres y lo hacen así a su imagen y semejanza, dándoles sus virtudes y sus pasiones, sus tempestades y sus ideales, su grandeza y su carácter.
El liberalismo atrevido, innovador, brillante, generoso, un tanto soñador, en alto grado heroico, había tenido su personificación en Morazán.
El partido conservador iba a tener su genuina representación, su figura excelsa, su ídolo.
Fué a buscarlo en la piara, en la profunda selva, en el intrincado matorral, en plena barbarie. Como un puñado de pieles rojas, como una bandada de cuervos, como una avalancha, como las sombras de una obscura noche, descendieron de la sierra las inmensas indiadas, al grito de la religión y con su jefe a la cabeza. Era Rafael Carrera, el cholo guardador de puercos en la sierra de Mita, a aquel ladino semisalvaje y astuto, aquel indio pérfido y feroz, llamado a eclipsar a Guardiola y a asombrar a la Historia con su crimen y su audacia.
Así han sido siempre los conservadores. En su constante necesidad de un amo lo buscan donde se halle, ya sea en las piaras de Mita, ya en las riberas del Adriático, entre las flores e Miramar. Cerdo o príncipe, todo es igual para su sed de esclavos.
Ellos hicieron vacilar la cabeza poderosa del general Bolívar, ofreciéndole una corona; ellos entraron en la aventura del Iturbide y fueron a mendigar un príncipe austriaco para Méjico; ellos sacaron de las selvas a Carrera para hacerlo su amo; ellos hicieron de Santana un ídolo; ellos seguieron en el Ecuador por el laberinto de sus traiciones a Flores, aquel modelo eterno dé la traición humana. Lo mismo en Europa que en América, ya se llame Boulanger o Luis Napoleón, siempre en busca de un aventurero para ungirlo. Todas sus preocupaciones sociales, su moralidad cómica, sus teorías de austeridad, todo lo arrojan por el lado y lo pisotean en el momento que de adquirir el poder se trata.
Siempre espiando la silueta de un traidor o el sueño de un ambicioso para alentarlo.
Así se le vió con Núñez, el peota ateo, el bígamo histórico, en premio de su traición hacerlo pontífice de su iglesia y jefe de su alta sociedad, que invadía en oleajes de adulaciones y brillantes aquel hogar no consagrado todavía.
Carrera bajó como una tempestad, derrotó las tropas de Morazán en Santa Rosa y sembró el pavor por donde quiera.
El héroe liberal tuvo aún tiempo de reponerse, lanzó sus huestes contra el indio, e hizo replegar sus turbas siniestras de curas y salvajes a las lejanas sierras.
Peo la lucha era imposible. Morazán estaba casi solo. Carrera volvió a bajar al frente de cinco mil hombres, cercó a Guatemala y la tomó.
La bandera liberal desapareció del horizonte.
Morazán escapó a Valparaíso.

Allí, proscrito, solitario, no tuvo más sueño que la libertad, y vivió abrazado a sus ideales.
Su indomable arrojo lo lanzó de nuevo en la contienda.
Embarcado a bordo del Coquiembo, echó pie a tierra en Costa Rica, seguido de un puñado de bravos, y comenzó su épica campaña.
.. Su antigua querida, la victoria, lo besó en su frente juvenil; más ¡ ay ¡ luego, voluble como siempre, le volvió la espalda, y el héroe vencido cayó en poder de sus contrarios.
No le fué dado envolverse para morir en la bandera, en medio del fragor de la batalla.
La tempestad no lo envolvió como a Rómulo para desaparecer entre sus alas. Murió como Ney.
El patíbulo fué su pedestal.
Erguido sobre él, cayó a los tiros de los soldados conservadores de Carrera, como una estatua que el huracán: dobla sobre su zócalo.
Así desapareció aquel generoso soldado.
Decid si ante esta Historia y este muerto sublime, el partido liberal puede pasar sin descubrirse.
Son voltarios los pueblos e ingratos los partidos: sólo la Historia es justiciera.
El olvido injusto no mandilla.
Pasaron dos mil años sobre la Venus de Milo sepultada entre el polvo, y cuando la azada del campesino griego la sacó de bajo un campo de trigo, con sus brazos mutilados y su ceguera de diosa, eclipsó cuanto existía en las creaciones de la estatuaria y llenó con u serna belleza los horizontes del arte.
La gloria, como la belleza suprema, es inmortal.
Así, cuando pasa la Historia, despertando las sombras heroicas y exhumando las ilustres figuras, ellas, al ponerse de pie, hacen palidecer los héroes apócrifos y llenan de sagrado estupor y sublime gratitud las generaciones que las ven salir de la penumbra.

Ya sus verdugos son fantasmas; la pálida envidia no les roe los talones, la calumnia no las mancha; ya son grandes.
Así surge Morazán.
Su centenario fue gran fiesta del liberalismo americano.
El partido liberal tiene el deber de hacer aureola sobre la frente de los grandes hombres. Bastante trabaja la calumnia conservadora, para que la indolencial liberal la ayude en su tarea de desfigurar o sumir en el olvido a los heroicos fundadores del liberalismo.
La mayor señal de la virilidad de un partido es la admiración hacia sus grandes hombres.
En los pueblos esta indiferencia es señal de decadencia.
Los conservadores y sacerdotes de Centro América se opusieron al centenario de Morazán y arrojaron en hondas tumultosas la calumnia para obscurecer su nombre. ¡ Estéril trabajo de odio ¡ Podrían hasta lograr que no se le alzaran estatuas podrían hasta eclipsarlo o proscribirlo de la mente de las turbas ignorantes; más. ¿cómo lo arrancarían de las páginas de la Historia ? El pueblo al abrir el sagrado libro, tropezaría siempre con aquel nombre que llena de uno a otro extremo sus páginas brillantes.
Hay glorias que no se eclipsan, y hay que sufrir su tremendo resplandor.
El sol es el encanto de las águilas y el martirio de los búhos.
Así pasa con el resplandor de ciertos hombres en la Historia: Morazán es uno de ellos.

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