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jueves, 3 de mayo de 2018

El aporte del Manifiesto a la teoría de las clases



Álvaro Oviedo

El aporte teórico de Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista a la teoría de las clases sociales, no es el reconocimiento de su existencia, ni su expresión mediante la lucha. Ni mucho menos como se afirma desde la derecha, que la lucha de clases sea una invención de ellos y los marxistas. El concepto de clases sociales ya es planteado por J.B. Vico en el siglo XVIII, y se había posesionado en el pensamiento social del siglo XIX, y la expresión misma de lucha de clases ya era reconocida por otros historiadores y pensadores sociales antes y contemporáneamente de Marx.
Lo que ellos aportan es la afirmación rotunda de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, luego aclararían a pie de página, desde la superación de la sociedad comunista primitiva, privilegiando los actores colectivos como gestores de la historia, a diferencia de la corriente que concibe la historia como obra de los grandes hombres. Y después de ilustrar cómo se han desarrollado en diferentes formaciones económicas sociales las luchas de clases, entre esclavistas y esclavos, patricios y plebeyos, siervos y señores feudales, entre burgueses y proletarios. Establecen que esta lucha ha llegado a un momento en que la clase oprimida, el proletariado, no puede liberarse sin liberar a las demás.
El proletariado, fuerza social decisiva en los cambios revolucionarios
El proletariado es una clase que se caracteriza por solo poseer su fuerza de trabajo, la cual se ve obligado a vender para poder subsistir con su familia, ha sido desposeído de la propiedad sobre los medios de producción (fábricas, minas, tierra, etc.), para liberarse de la explotación debe abolir la propiedad privada sobre los medios de producción. La explotación, en las diferentes formaciones económicas sociales que conoce la historia, consiste en apropiarse del producto del trabajo de los demás, con base en la propiedad privada de los medios de producción. Al desaparecer esta, desaparece toda posibilidad de reclamar el producto del trabajo de los demás con el argumento de ser los dueños de los medios de producción. Así el proletariado al liberarse, libera a los demás.
Y para ello debe establecer la dictadura del proletariado, su dominación de clase, organizarse en el Estado, y reorganizar las relaciones de producción y con ello a la sociedad, en la dirección de abolir la explotación. Cuando Marx en otro texto alude a Suiza como la democracia más avanzada y afirma que solo expresa la dictadura de la burguesía, nos llama a la reflexión en el sentido que el trasfondo de su conceptualización alude ineludiblemente a la dominación de clase, tome la forma que tome, dictadura o democracia, lo esencial es la clase que asume el control del Estado.
Superar la etapa actual en la que el móvil de la producción es la ganancia, y colocarla sobre el eje de la satisfacción de las necesidades que, según su propia opinión, son crecientes, demanda un aparato productivo altamente eficiente. Este objetivo del comunismo, la satisfacción plena de las necesidades de toda la población, es la lucha por alcanzar la igualdad real, que descansa en la igualdad de posibilidades para satisfacer necesidades, que además son distintas, a diferencia de la igualdad formal, expresada en la igualdad frente a la ley, que solo sirve para enmascarar la desigualdad social, frente a las posibilidades reales de satisfacción de las necesidades. Lo cual supone la producción suficiente de bienes de uso.
Teoría revolucionaria
Esto es lo que hace del marxismo una teoría revolucionaria, una teoría que no plantea el mejoramiento de las condiciones en que se realiza la explotación sino la abolición de la misma. La necesidad de reorganizar la sociedad de una manera cualitativamente nueva. Que permita la abolición de las clases, y con ellas la extinción del Estado como organización de una clase para la defensa de sus intereses.
Así pues, que no solo no es cierto que los marxistas se hayan inventado la lucha de clases, estas existían siglos antes de la aparición en escena de los marxistas, sino que la lucha de los marxistas es por abolirlas y con ellas al Estado, en función de la satisfacción plena de necesidades crecientes, que garanticen el pleno desarrollo del ser humano, en armonía con la naturaleza de la cual forma parte. Ni el papel de los marxistas es el de expropiar casas, carros, muebles, vestidos, alimentos, es decir bienes de uso, su lucha es por garantizarlos para la satisfacción de las necesidades de la población, mediante la organización de la producción, distribución y consumo.
Los que arrebatan casas y ahorros con la modalidad de “dación en pago” son los grupos financieros, los que empujan a cada vez más amplios sectores de la población a condiciones de miseria, son los capitalistas para aumentar sus tasas de acumulación, los que arrebatan tierras son los beneficiarios de la acumulación por despojo.
Vigencia del legado del Manifiesto
La vigencia del Manifiesto se expresa con más fuerza hoy, cuando el móvil de la ganancia empuja la crisis ecológica que afronta la humanidad, cuando la defensa de la maximización de las ganancias ha colocado a la mitad de la sociedad ante el hecho de no poder satisfacer sus necesidades básicas, y coloca al conjunto de la población ante la posibilidad de ser destruida mediante la guerra. La reorganización de las relaciones de producción son hoy una necesidad de supervivencia de la sociedad en su conjunto, que entra en contradicción creciente con los sectores más expoliadores y agresivos del gran capital financiero.
No es marxista quien simplemente reconoce que hay clases, incluso quienes reconocen que la forma actual de existencia de la sociedad es la de estar dividida en clases y que estas están en lucha, esto lo reconocían antes y después de Marx varios autores, ser marxista es reconocer que la lucha de clases lleva a la dominación del proletariado y que esta es necesaria para la abolición de las clases mismas, y con ellas del Estado.

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