A Yoani Sánchez se le aflojó un tornillo |
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AUTOR: MACHETERA Traducido por Manuel Talens |
La enfermedad mental en estado puro, sin tratamiento, no es nunca un espectáculo agradable. Por eso resulta muy difícil de entender la crueldad que demuestra el Departamento de Estado usamericano con Yoani Sánchez, la autoproclamada bloguera cubana “censurada”, ya que en vez de sugerirle con delicadeza que busque ayuda psicológica, se dedica a amplificar y a repetir sus desvaríos por la sencilla razón de que éstos le sirven de munición en la guerra propagandística que mantiene contra Cuba desde hace cincuenta años. El pasado lunes, 9 de noviembre, el mismo Departamento de Estado que ha permanecido estoicamente silencioso ante a las innumerables agresiones criminales y los asesinatos perpetrados por sus clientes golpistas en Honduras durante los últimos meses, decidió emitir un comunicado en el que “deploraba enormemente la agresión contra los blogueros Yoani Sánchez, Orlando Luis Pardo y Claudia Cadelo”. Sentando una vez más al gobierno cubano sobre sus rodillas paternalistas, lo sermoneó sobre represión y violencia, libertad y reconciliación. Sin embargo, la conmovedora inquietud del Departamento de Estado es bastante problemática. En primer lugar, no existe confirmación independiente de las alegaciones hechas por los tres blogueros itinerantes, según las cuales fueron introducidos por la fuerza en un coche chino de color negro conducido por miembros de la seguridad del Estado y, después, apaleados para impedir que participaran en una manifestación realmente extraña (¿Contra la violencia? ¿En Cuba? ¡Vamos, hombre…!). Y si se tiene en cuenta la afición de Yoani a acaparar el limitado ancho de banda de Cuba para subir a la red fotos y videos de sí misma, la ausencia de pruebas fotográficas de la paliza que, según ella, le propinaron es bastante sospechosa. La bloguera exhibicionista, que disfrazada de turista alemana no tuvo el menor inconveniente en representar una parodia bufonesca con el fin de dar el espectáculo en una respetable reunión de periodistas y académicos, de repente se volvió tímida y retraída para que el personal de una clínica local le curase las heridas que, según dice, le habían infligido. (Los cuidados médicos, por supuesto, son gratuitos en Cuba, pero ese detalle no lo mencionó.) Y cuando surgieron las dudas sobre la naturaleza extrañamente dramática del cuento de Yoani, ésta arremetió de nuevo —todavía sin fotos en apoyo de sus alegaciones— para acusar a los escépticos de que estaban culpando a la víctima. Es la suya una curiosa patología. Habrán de ser los profesionales cubanos de la salud mental quienes decidan si Yoani Sánchez sufre de personalidad bipolar paranoica o con tendencias persecutorias, pero los indicios —irrefutables y repetitivos delirios de grandeza en paralelo con estrafalarias historias de persecución, claramente diseñadas para el consumo exterior— muestran ya sin lugar a dudas que estamos ante una joven perturbada, cuya ilusoria percepción de la realidad va en aumento en vez de apaciguarse. Reinaldo Escobar, ¿amante esposo o amo dominador? Su marido, Reinaldo Escobar, ex periodista fracasado con un largo historial de naves quemadas entre la comunidad disidente cubana, tiene gran parte de la culpa en mi opinión. Según Yoani, ella y Reinaldo regresaron a Cuba tras una existencia bastante penosa en Suiza, donde la edad de su marido —que ya no es joven— y su incapacidad para aprender una lengua extranjera limitaron sus posibilidades laborales a las de cualquier otro inmigrante en situación parecida: trabajos duros, ínfimos y mal pagados. No era el nivel de vida que ambos esperaban. De hecho, ahora viven mucho mejor, pavoneándose en el hotel Meliá Cohiba con flamantes portátiles y cámaras ocultas que les permiten filmar videos de sí mismos molestando al personal mientras, en paralelo, su ayudante Ernesto Hernández Busto se encarga de pasar el vaso para recaudar dinero y financiarlos desde Barcelona. (Hernández Bustos, un cubano que sobrevive sin oficio ni beneficio conocido en la metrópolis catalana —una ciudad en la que todo cuesta muy caro—, tiene su propio blog, Penúltimos Días, en el que reproduce los artículos de Yoani y colecta “donaciones” para apoyarla.) Ernesto Hernández Busto: “No os preocupéis, yo me ocupo de los chavitos” Hace ya mucho tiempo que Yoani está deseando que la policía le eche el guante, pero, muy a su pesar, en Cuba no la pueden detener ni la detendrán nunca por lo que ella más anhela: hacer el ridículo. Sin embargo, sabe muy bien que sí podrían hacerlo por aceptar dinero de intereses extranjeros para atacar a Cuba, y aquí es donde la ayuda de Hernández Busto le resulta impagable, ya que éste añade una distancia adicional entre Yoani y sus patrocinadores. Nunca me ha interesado mucho preguntarme si alguien pertenece a la CIA, porque el hecho de ser agente secreto no es lo importante. Lo que debe dilucidarse es si las actividades de dicha persona son o no provechosas para la Compañía. En el caso de Yoani y Reinaldo, la respuesta es un rotundo sí. La semana pasada, tras la actuación de Yoani en el debate sobre Internet y la cultura cubana que patrocinó la revista Temas en el Centro Cultural Fresa y Chocolate de La Habana, mientras Reinaldo organizaba una indecorosa conferencia de prensa en la calle con los periodistas extranjeros, a ella le hicieron una descabellada entrevista nada menos que en Radio Martí, bien conocida por la financiación que obtiene de la CIA. Yoani con su peluca invisible Tras afirmar en la entrevista que se había visto obligada a ponerse una ridícula peluca rubia platino para despistar a la policía en los alrededores de su edificio (lo curioso es que no se le ocurriera despistarla cuando entró al acto en el Centro Cultural Fresa y Chocolate, que hubiera sido lo más lógico), siguió con su retahíla de mentiras, entre ellas una sobre la periodista cubana Rosa Miriam Elizalde, quien –afirmó– la había acusado de ser agente de la CIA, lo cual es algo que nunca salió de los labios de Elizalde. La contribución de esta última al debate fue tranquila, elocuente, nunca personal: señaló que, en lo que respecta a Internet, Cuba es víctima de una situación esquizofrénica: mientras que la isla tiene que hacer frente a los muy reales obstáculos tecnológicos impuestos por el bloqueo usamericano, fuera de Cuba le llueven las críticas, desatadas por las protestas de Yoani contra la censura. “Una de las cosas que debía preguntarse”, dijo Elizalde, “es cómo se construye esa visibilidad… Hay una evidente manipulación de todo ese sistema… Aquí hay una manipulación política enorme en todo ese tema de la censura de la visibilidad y creo que hay que poner las cosas en su contexto.” Yoani se siente tan intimidada por Rosa Miriam Elizalde que ni siquiera se atrevió a pronunciar su nombre ni a desvelar la verdadera posición de ésta (es editora del sitio web Cubadebate.cu) y prefirió metamorfosearla en anónima profesora universitaria con ganas de pelea, tanto en la entrevista que concedió a Radio Martí como en su propio blog. Jorge Sariol, otro periodista cubano que estuvo presente en el acto, escribió lo que sigue en su blog:
Rosa Báez, otra periodista cubana también presente, describió el acto en un artículo que tituló “Cuando la mentira se convierte en vicio”:
Báez incluye en su artículo esta observación de Rosa Miriam Elizalde:
Y así llegamos a la última producción irracional y fanática de Yoani y Reinaldo, que tuvo lugar unos días después del espectáculo con peluca en el Centro Cultural Fresa y Chocolate; lo completó con afirmaciones de misteriosos vehículos negros de la seguridad del Estado, palizas propinadas por la policía secreta, miedo a que la secuestrasen (no es broma, ésa fue la razón que dio Yoani de su negativa a entrar en un coche no identificado cuando, según dijo, la conminaron a hacerlo: temía que la secuestrasen o incluso que pudieran violarla, como si estuviese en Bogotá en vez de en La Habana. O en Tegucigalpa.). La escena, de acuerdo con la descripción que ofrecen Yoani/Reinaldo, es digna de Hollywood:
El guión es conmovedor, pero recibió muchas críticas… excepto en el Departamento de Estado y en las oficinas de Ileana Ros-Lehtinen y Lincoln Díaz Balart. Un comentarista dijo irónicamente: “¿Cómo pudo Yoani hundir sus uñas en algún sitio, tan largas las tiene?” Las larguísimas uñas de Yoani De repente, la historia cambió un poco. Yoani contó en la BBC que no podía mostrar las marcas de los moretones porque los golpes se los habían propinado en las nalgas; insistió en que durante el fin de semana había tenido el pómulo y la ceja hinchados (el lunes, ¡Oh, milagro!, la hinchazón había desaparecido). Y, por fin, difundió unas fotografías y unos videos absurdos, que recuerdan los del gran farsante Armando Valladares: Yoani con muletas y Yoani cojeando con grandes dolores. A decir verdad, Valladares era un diletante en comparación con Yoani; sus fabulaciones de que lo habían dejado paralítico sólo quedaron desenmascaradas cuando por fin salió de la cárcel bajo la condición de que subiese y bajase por su propio pie las escalerillas del avión que lo condujo a Miami. Valladares tramó sus mentiras para verse libre. En cambio, las de Yoani parecen hechas a medida para llevarla a la cárcel, incluso si el gobierno cubano es más que reticente a ceder ante esta peculiar y malsana fantasía. Entretanto, las graves deficiencias de Internet en Cuba continúan; sus periodistas, profesionales, científicos, educadores y técnicos pelean a diario con una conexión tan lenta y costosa que los devuelve a la Edad de Piedra en la era de fibras ópticas y ADSL universal en todo el mundo desarrollado. Debe ser frustrante y desesperanzador el tener que enfrentarse a la indiferencia más absoluta que la prensa extranjera exhibe ante este hecho, mientras que al mismo tiempo se regodea con las distracciones patológicas de Yoani y Reinaldo. Pero mientras el espectáculo mediático siga cumpliendo la función que se le ha asignado —engordar el negocio familiar de la pareja mientras se desvía la atención de las auténticas noticias y, de pasada, se demoniza a Cuba—, el desgaste mental que produce pasa a segundo plano. |
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domingo, 15 de noviembre de 2009
A Yoani Sánchez se le aflojó un tornillo
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