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jueves, 21 de octubre de 2021

#Colombia: sacerdote Gonzalo Javier Palacio Palacio, EL MINISTERIO DEL CRIMEN

 


A los 86 años de edad, falleció el infame sacerdote Gonzalo Javier Palacio Palacio, socio fundador, capellán e informante de la tenebrosa banda los 12 apóstoles.


Si no fuera una historia dolorosamente cierta, la vida y delitos de esta costra del uribismo paraco-espiritual sería una veta para cualquier escritor de ficción criminal. Pero por desgracia para mucha gente, en especial para los habitantes de Yarumal de los años 90 que no calificaran como “gentes de bien”, el malévolo ministerio de este sacerdote fue real y significó la desgracia y la muerte de muchas personas.


Varias cosas se relatan de este pastor de conciencias. Se dice que junto con Santiago Uribe Vélez y otros ganaderos y comerciantes de la región fundaron la banda paramilitar los 12 Apóstoles con el fin de combatir a la guerrilla, y que él mismo se encargó de bautizarla. También se cuenta que usaba dos biblias, una en edición común y corriente, y otra “envenenada” que le servía de funda para un Smith & Wesson calibre 32 que siempre llevaba cargado. El arma, declaró alguna vez, se la había regalado el general Gustavo Pardo Ariza, el mismo policía que ayudó a Pablo Escobar a fugarse de La catedral.


Este autodenominado “Mensajero de Cristo en Yarumal” era famoso y temible por ser muy acucioso durante el sacramento de la confesión y realizar interrogatorios exhaustivos a los feligreses, en busca del origen y las aristas del pecado. De esta manera, el cura capturaba hechos, datos y nombres que le ayudaban a perfilar a los vecinos sospechosos de colaborar con la insurgencia o contrariar la fe, la moral y las buenas costumbres.


A veces, incluso, dejaba en suspenso la penitencia hasta que el pecador le llevara fotos de las personas mencionadas; luego, el confesor remitía toda la información a los 12 Apóstoles o al ejército o la policía corruptas. Poco después estas personas aparecían muertas y eran exhibidas grotescamente en las calles del pueblo durante una temporada de limpieza social que se prolongó varios años.


Alguna vez, en 1995, Palacio fue capturado y pasó unos días retenido en un monasterio, pero la jerarquía eclesiástica lo protegió y decidió trasladarlo a Medellín. Allí pasó de agache y ofició durante varios años en una encopetada parroquia de Laureles, hasta que un día, al terminar la eucaristía, el ya anciano padre Palacio fue reconocido por una mujer que lo encaró acusándolo de propiciar la masacre de sus familiares.


Al sentirse acorralado el cura sacó una navaja de su sotana y le hizo un lance a la mujer queriendo degollarla. Esa vez falló.


Sí hay muertos malos.

fuente: texto via wasap

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