El pasado martes presenciábamos en vivo como la infamia se tomaba de manera descarada y repugnante las pantallas de nuestros televisores. El cerco mediático contra el campesinado del Catatumbo se hacía descarado.
Los medios del oligopolio plutocrático vuelven a dar una vuelta de tuerca más en su deriva fascista en el noticiero de la noche, llevando a su portada que la policía tuvo que responder a plomo a los ataques con presuntas AK-47. Ese mismo día, Diomar y Hermides caían víctimas de las balas asesinas de la fuerza pública.
No es que sorprenda que Caracol y RCN, medios todos ellos secuestrados por los negocios del presidente Juan Manuel Santos, se opongan ferozmente a la Zona de Reserva Campesina o a cualquier otra reivindicación popular que ponga en entredicho, aunque sea una pequeña parte de su poder. Eso ya lo tomamos con la normalidad propia del que ya ha visto muchas jugadas, y conoce de memoria como es que se juega a fabricar y manipular la información. Tampoco sorprende que los medios regionales e incluso los locales estén alineados de manera absurda en un supuesto estado de derecho.
Tampoco sorprende que justificaran unas veces, otras invisibilizaran y otras aplaudieran el accionar paramilitar de finales de los 90 y principios de la década pasada. En esa ocasión, también el proyecto tenia la marca inolvidable del presidente de la República, en ese tiempo Álvaro Uribe.
No puede ser que los medios de los ricos apoyen a los pobres en la sociedad del sálvese quien pueda. Ya no solo eso, no podemos pretender que los medios de los ricos visibilicen las necesidades de los pobres, como tampoco podemos pretender que dejen de mostrar sus privilegios como el ideal social. A lo que si aspira uno es a que esa manipulación y ese sicariato informativo, por lo menos, sea elaborado, pulido y pueda tener un mínimo de credibilidad. Como poco que la bola entre suavemente en la garganta de los despistados sin que se den cuenta.
Se aspira también a que se mantenga, por lo menos, una apariencia de independencia entre los medios, que cada uno utilice una metodología diferente de ofender a la verdad. Se aspira a que cada uno depure su propia manera de mentir para así aparentar una cierta diferenciación.
En el caso de RCN y Caracol, en sus correspondientes noticieros, la noticia fue una copia exacta, a todos los niveles, además de un insulto a la inteligencia.
Las mismas imágenes, fotograma por fotograma, los mismos argumentos, el mismo teatro inventado para la especial ocasión, la misma complicidad descarada con los asesinos, el mismo desprecio por las humildes. Un mismo esquema informativo impuesto a las bravas para desconocer la realidad.
Las imágenes de policías, que sí disparaban, servían para argumentar que los campesinos disparaban. Esas estrategias de desinformación son tan viejas como los medios de comunicación y demuestran día a día la podredumbre avanzada en la que se encuentran los altavoces de la oligarquía. Las imágenes son claras y muestran a francotiradores apostados en las lomas con una cámara cómplice detrás. Seguramente esos mismos francotiradores son los que nos han asesinado a alguno de nuestros compañeros, pero de eso, nada se explica.
Fuego cruzado, decía la periodista Angie Camacho. Se escondía tras un carro de policía y retocaba su cabello mientras se agachaba, junto a varios uniformados. El camarógrafo de RCN, trípode en mano, corría despavorido bajo el fuego de la policía y el ejército para ponerse a salvo. Ambas imágenes en ambos noticieros. Esa es la prueba palpable de la participación y complicidad con los asesinos, de un alineamiento informativo escandaloso teledirigido desde arriba, desde tan arriba como la presidencia de la República.
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