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viernes, 22 de abril de 2011

¡Deponga la pastilla, doctor José Obdulio!

 

 

http://www.semana.com/Ipad/noticias-opinion/deponga-pastilla-doctor-jose-obdulio/153191.aspx

por:daniel samper ospina

"Si el profesor de Twitter de Uribe no se ha suicidado, nadie tiene derecho a hacerlo".

Según un confidencial de esta revista, el doctor José Obdulio Gaviria, mi maestro, dice que si dictan orden de captura en su contra, piensa suicidarse. Tiene lista una pastilla en el bolsillo para tal efecto. Hombre entero y valeroso, no permitirá que sus enemigos lo comparen con Goebbels; y por eso está dispuesto a acabar con su vida. Tal y como lo hizo Goebbels.

Recuerdo que tan pronto leí la noticia se me nubló el mundo. Cielo santo, exclamé: que mi maestro no vaya a cometer una locura. Después de lo de José Asunción Silva, el país no puede permitir que otra de sus grandes voces intelectuales se inmole ante nuestro silencio.

Colombianos: no permitamos que esta valerosa llama se apague. Y digo llama por mencionar cualquier animal. Alguien tiene que intervenir: llame alguien a un psiquiatra, así sea a Luis Carlos Restrepo. Impidamos, entre todos, que el maestro dé el paso fatal, el paso nefando. No resisto imaginar que, en la hora aciaga, ingiere la pastilla que lleva en el bolsillo. Parece que es de Lomotil. Dios quiera que le haga efecto.


No niego que existen motivos para que se sienta desesperado. Los cables de WikiLeaks no solo están confirmando las peores sospechas sobre la conducta particular de mi maestro, sino que comienzan a dejar al descubierto las mentiras del gobierno anterior. Parece que todo, aun las desmovilizaciones de grupos armados, fue una gran obra de teatro. De ahí que Luis Carlos Restrepo luzca ahora una barba de bohemio parecida a la de Kepa Amuchástegui y se ponga un chal de lana virgen. Ha salido del clóset. Al fin asume su condición de hombre de tablas. Acaba de rendir versión libre en el Teatro Libre. Y está montando una nueva desmovilización, esta vez para presentarla en La Castellana.

Pero no por esos pequeños tropiezos es necesario que José Obdulio se suicide. ¡Qué daría por tenerlo en frente para hacerlo recapacitar! No, señor: nada de suicidarse, le imploraría. Levante esa carita, suénese; a ver, una sonrisa. Hay que enfrentar con entereza este momento. ¿Cuándo vimos, acaso, a Vladimiro Montesinos cotizando sogas? Si el profesor de Twitter de Uribe no se ha suicidado, nadie tiene derecho a hacerlo. Además, en la oscuridad siempre hay un rayito de luz. Solo es abrir los ojos para ver las buenas noticias que nos rodean. Crece la inversión extranjera. Todo indica que la contralora general no es una depravada sexual. Alan Jara piensa demandar al Estado, con lo cual terminará de pagar su diseño de sonrisa. Y echaron al padre Chucho de RCN: ¿no es todo maravilloso?


Sin embargo, temo que, ya que nunca brilló por sus principios, el doctor José Obdulio quiera ahora destacarse por sus finales. Dios le dé fortaleza para que no flaquee por culpa de los infames cables que lo señalan como promotor de las 'chuzadas'. ¡Cómo me gustaría defenderlo de cara al mundo! País de ciegos, país de parásitos: ¡no se dan cuenta, acaso, de que el maestro es incapaz de hacer una sola interceptación! ¡Si incluso ha sonado para jugar en el medio campo del Santa Fe!

Desde que leí aquel confidencial no duermo. Cierro los ojos y se me viene la imagen del maestro tomando la decisión horrible de diferentes maneras: ora tirándose al Salto de Tequendama; ora reventándose él solito un huevo en toda la sien; ora colgándose con alguna de las corbatas que consiguió ubicar en la Comisión de Televisión. Émulo de Sócrates, también temo que acuda a la cicuta o a su versión colombiana, el sabajón de feijoa. Momento en el cual podría, ahí sí, ingerir la pastilla de Lomotil.

Me angustia que esta sombría pero digna actitud del doctor José Obdulio no obedezca a un patrón de depresión, sino al hecho de que tiene un patrón deprimente, como lo es Uribe. Por eso me pregunto si hay algo más que esté oscureciendo su alma y no nos quiera contar: ¿acaso tenemos una pena de amor? ¿Latirá, bajo esa amenaza, el gesto romántico de un amor desahuciado, la herida de un amor que se fue lejos? ¿A Madrid, por poner un ejemplo cualquiera?

No sé, estoy especulando.

Que no lo haga. ¿Quién heredará su colección de Ray Conniff, quién el DVD del concierto de Luis Cobos

¿A qué instituto legará su cerebro para que lo estudien las generaciones venideras? Evitemos el tétrico vacío. Evitemos el infausto desenlace. Por eso elevo mi voz para implorarle, públicamente, que desista de su salida heroica.

Doctor José Obdulio: piénselo mejor, se lo ruego. Si de verdad hay una cacería de brujas, que se preocupe Íngrid, no usted. Cada uno de sus actos es fuente de inspiración de muchos jóvenes. Desde que leyó el confidencial, Saúl Hernández, por imitarlo, anda con un Desenfriolito envuelto entre el pañuelo. Deponga la pastilla. No cometa una locura. Si los miembros del gobierno pasado comienzan a tomar cianuro, ¿con qué buscarán el oro del páramo de Santurbán? Cálmese. No todo está perdido. Todavía les queda Panamá. Allá, libres y en tanga, usted, Sabas, la doctora Hurtado y demás uribistas se reirán de todo esto con un daiquiri en la mano. No, no se precipite. No perpetre una barbaridad. Se lo imploro. Usted todavía tiene mucho que decirle al país. Y si no al país, al menos a las autoridades correspondientes. 



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