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jueves, 20 de enero de 2011

COLOMBIA, ¿Para qué sirve la policía?

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Escrito por Luís Alberto Castaño

El pasado 19 de diciembre, cerca a las 3 A.M., en la zona 11 de suba, Barrio San Cipriano de Bogotá, agentes de la policía del CAI de Mazuren, hicieron una demostración palpable de atropello y exceso de autoridad contra varios jóvenes que departían cerca de sus casas. Si no es por la intervención de un oficial encargado, el asunto hubiera sido de consecuencias fatales. Sin embargo, antes de retirarse los uniformados amenazaron, al mejor estilo impuesto por los paramilitares, a los jóvenes. La historia nos la cuenta Johan, uno de los agredidos.
Habían pasado pocos minutos de habernos despedido y nos habíamos dispersado en grupos para llegar a nuestras casas. Al frente de la nuestra encontramos a algunos amigos y familiares, con quienes nos reunimos. Justo en ese momento apareció una patrulla de la policía, compuesta por dos agentes, un sargento y un patrullero, quienes se bajaron con las armas en la mano, para un procedimiento policial normal de requisa e identificación (eran agentes asignados al CAI de Mazuren). Esto coincidió con la llegada de mi primo Juan, que se había devuelto corriendo, para solicitar ayuda, porque a dos cuadras de donde nos encontrábamos los estaban atracando.

Entonces solicitamos la ayuda a los policías que estaban allí presentes. Pero la respuesta de uno de los ellos fue pedirle los papeles a mi primo; estresado como iba, y sorprendido por la respuesta inesperada de la policía, mi primo Juan titubeó para mostrar sus papeles. La respuesta del policía no se hizo esperar: cogió a mi primo por el pelo y lo golpeó contra la reja de la casa. Dos amigos que observaban la situación quisieron intervenir para evitar desmanes, sin embargo, otro de los agentes intervino haciendo gala de un paralizador eléctrico con el que los agredió.

También la novia de Juan, al ver que aporreaban a su novio, quiso intervenir, pero el sargento la agredió, propinándole tres fuertes patadas en las piernas. Observar que le están pegando a una mujer, y sin justa causa, es una situación enervante, tanto que hace reaccionar a cualquiera. Casi que de manera instintiva, y pese a ello tratando de evitar que la situación pasara a mayores, otro primo y yo nos metimos al centro para evitar que el agente la siguiera lastimando; pero otro agente, con un arma en la mano, le asestó un fuerte golpe a mi primo con la cacha del revólver, rompiéndole la cabeza, y propinándole además un fuerte golpe también en la espalda.
Ya para este momento la situación pasó de claro a oscuro, porque uno de los agentes nos amenazaba de forma muy agresiva apuntándonos con su arma de dotación, y se le adivinaba su intención por disparar. Forcejeé con él, tratando de evitar que nos matara a alguno de nosotros; y como lo pensé, en un momento dado, el agente disparó tres veces su arma, que afortunadamente, como causa del forcejeo, no logró impactar plenamente y de lleno en la humanidad de ninguno; pero sí rozó a mi primo de refilón en su brazo derecho, y eso que el arma se cayó en el forcejeo, porque de lo contrario seguramente estuviésemos lamentando el asesinato de alguno de mis amigos o familiares.

Luego llegaron dos motocicletas de la policía y los agentes igualmente se bajaron en actitud agresiva, seguramente porque ya para ese entonces mi padre y el padre de mi primo también intercedieron para tratar de bajarle el tono a lo que estaba ocurriendo. Pero tampoco fue posible, y los agentes que llegaron la emprendieron contra mí, golpeándome con patadas, bolillos y las cachas de sus armas.

Y siguió llegando policía. Tres patrullas más. Y el agresor que había disparado trató de huir en la camioneta en la que habían llegado inicialmente, pero mi familia y vecinos se lo impidieron, colocándose frente a la camioneta y rodeándola también por la parte de atrás. Sin embargo, el agente pretendía arrollarlos. Gracias a Dios llegó el teniente encargado, Rosemberg Madrid Orozco, quien calmó la situación, llamándole la atención, preguntándole si se quería embalar por matar a alguno de nosotros.

La cosa parecía haberse calmado. Pero de salida, varios agentes nos lanzaron la amenaza de que vendrían de civil a tomar venganza.

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