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sábado, 16 de octubre de 2010

A LOS COLONOS DE LA ELVIRA. TODOS SOMOS HIJOS DE LA TIERRA

A propósito sobre la reflexión nacional del tema de tierras en nuestro país,( colombia) recomendamos la lectura de Julio Rincón presentado como Obrero Sastre este artículo publicado en 1931 en el periódico el Liberal. Que han rescatado los compañeros del proyecto editorial Medias Nueve.



mediasnueves.blogspot.com/p/contexto-historico.html


El Liberal. AÑO II, No 66. Cali, junio 28, 1931






Hay que libertar las tierras que no estén cultivadas porque los latifundistas son hombres injustos: ellos quitan a la madre tierra su fecundidad con títulos ilegales y con cercas templadas a lo largo y ancho de su avara ambición; ni cultivan ni dejan cultivar, y a los pobres que piden permiso para hacer una labranza en esos terrenos adquiridos a base de usurpación, se les exige sumisión de esclavos. Las grandes extensiones de tierras que tienen encerradas los latifundistas en la parte plana del Valle del Cauca, y que no prestan servicio alguno al conglomerado social, deben ser parceladas y entregadas a los hombres que quieran cultivarlas, conforme lo exige la razón y con ella el bienestar común.






A los seres pobres no se les debe mandar allá a las montañas baldías, a dónde no han querido ir los latifundistas por lo lejos, lo difícil de encauzar las aguas, lo espeso de la selva y por el ningún rendimiento monetario que prometen. Mandar colonias de hombres pobres a las selvas lejanas, es lo mismo que hacerlos más ignorantes, más esclavos, más miserables. Hay que tener en cuenta que un hombre pobre cargado de familia, no tiene ni elementos, ni dinero con que internarse en una montaña virgen a formar su labrantío; y que si lo llegar hacer venciendo obstáculos, no falta algún latifundista que a la hora menos pensada y cuando esté próxima la cosecha, llegue a reclamar como propios esos terrenos, y a ahuyentar la tranquilidad del pobre agricultor, a quién hasta los malos encargados de administrar las leyes que nos rigen, por medio de procederes poco honrados y con la convicción de que van a negar a un pobre el derecho de buscar el pan, extienden una orden de despojo siempre a favor del maldito latifundista, quién con dinero compra la conciencia de algún juez. Como un rico libidinoso y brutal compra por medio de una vieja rezandera y alcahueta, el honor de una “virgen pobre”.






¿Latifundista?, casta de usurpadores, ellos se apropian con procederes insanos y sin provecho para el bien común, de las tierras mejores; de esas tierras sobre las cuales andan los hombres pobres como gitanos, buscando a dónde ir a venderse por un misérrimo salario, es decir, dónde renunciar por hambre a su título de hombres libres. Pero mediante la diosa civilización, ese insoportable estado de cosas pronto ha de acabarse. Porque el inmenso conjunto de hombres cansados de esperar con respeto y paciencia su anhelado y justo mejoramiento, tendrá que surgir la ya necesaria lucha de clases; la ya inevitable revolución social. Es mejor morir en lucha defendiéndose de la miseria, que morir de hambre en silencio, por respetar a quienes no respetan los derechos ajenos. La desesperación de los humildes, motivada por la injusticia de los potentados, ha movido en todos los tiempos las grandes revoluciones.


Mientras no haya justicia no podrá haber paz en el mundo


Julio Rincón
Obrero Sastre

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