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sábado, 31 de octubre de 2009

Yoani Sánchez: del ciberchancleteo al ciberpayaseo



Por M. H. Lagarde

Mejor idea no se le pudo ocurrir a la mercenaria Yoani Sánchez, que aparecerse disfrazada -¿de alemana?- en un debate, convocado por la revista Temas, sobre el papel de internet en la cultura cubana.
Su trasvetismo foráneo describe y define muy bien al personaje. Enfundada en su disfraz, todo en ella es falsa apariencia, simulación, manipulación y mentira.
Algo similar, por supuesto, sucede con su blog. Otro fraude de cabo a rabo. Ni es periodismo ciudadano, ni independiente, ni hay un sus páginas ningún “sólido análisis” de nada; está hospedado en el extranjero (Alemania) y sus post no pasan de ser un vulgar remedo –la traspolación a internet- del contenido de la política editorial que los servicios de inteligencia del gobierno de los Estados Unidos, han diseñado y usado, durante 50 años, en la guerra mediática contra Cuba.
Lo antes dicho es la mejor respuesta para la pregunta que la mercenaria lanzó en el debate que tuvo lugar en la sala del Centro Cultural Fresa y Chocolate, en el ICAIC.
Si su blog –que no está censurado, otro cuento- no tiene la mejor visibilidad en Cuba es probablemente por eso. Porque Cuba, como cualquier otro país del mundo, tiene derecho a defenderse de la agresión mediática cualquiera sea el soporte tecnológico en que se sustente.
A fuerza de costumbre, en esta Isla el mercenarismo es algo que, disfrácese de lo que se disfrace, ya sea de polaco, alemán, o cualquiera otra nacionalidad, es fácil de reconocer. Sus intenciones y fines -servir de lacayos a la poderosa potencia del Norte-, siempre son los mismos, nunca cambian.
Igualmente falso resultaron los ademanes histriónicos -e histéricos- de la ciberchancletera, devenida ciberpayasa, cuando creyó que había engañado a alguien con su disfraz de agente encubierto de una nación extranjera.
Nadie sabe por qué el hecho de que la moderadora del debate la llamara por su nombre, (evidentemente pidio la palabra bajo nombre falso) para que usara el micrófono, sorprendió a la mercenaria:
-“Ah, menos mal que me llamaron por mi nombre”, -dijo.
-Todos sabíamos que estabas ahí –le respondió sonriente la encargada de ceder la palabra.
Yo mismo, antes de que comenzara la función, filmé durante casi media hora a la “yuma” de aire germano. La agente ultrasecreta, con peluca rubia, estola de brillos de dos colores, vestido y zapatos negros de correas, más bolsa amarilla. No obstante, la falsa actriz, encendidas las luces del escenario, interpretaría, de todas formas, el guión que tenía previsto de antemano.

Yoani Sánchez: (Se quita la peluca con ademán al estilo de telenovela brasileña) ¿Es por eso que yo tengo que venir de esta manera? (muestra la peluca despeluzada) para poder burlar el cerco policiaco alrededor de mi casa.

Desacertado dramatismo, tan falso y endeble cual su disfraz. Extraña perseguida esa que bloguea desde apacibles vestíbulos de hoteles cinco estrellas, entra y sale de embajadas a deshoras, manipula niños en iglesias, filma a hurtadillas a personal militar, en instituciones militares, sin su consentimiento; crea academias de blogueros en su casa y -a diferencia de otros mercenarios-, se le permite la entrada, y además se le da la palabra, para que sobreactúe ante las cámaras la sandez que se le antoje.
Si algo se puede decir a su favor es que ella, que nació en Cayo Hueso –¿en la Florida?- no es una ciberchancletera. No, no lo es. Es una ciberpayasa.
Ahora solo queda esperar el anuncio, replicado en infinidad de medios, de que Cirque du Soleil acaba de concederle otro Premio por la mejor payasada del año.

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