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domingo, 18 de octubre de 2009

Yoani no tiene un Hearst



http://www.diariolaprimeraperu.com
juan Gargurevich
Columnista

“Es la chica de turno de la campaña mediática contra Cuba” comentó con dureza un funcionario cubano refiriéndose al caso de la bloguera habanera Yoani Sánchez, quien debía viajar a Nueva York para recibir un premio por su persistente oposición al gobierno de su país desde un publicitado y controvertido Blog.

La referencia del diplomático tenía que ver quizá con la escandalosa historia de verdades a medias y grandes titulares que armó el magnate de la prensa W.R. Hearst desde su famoso diario amarillo “Journal” de Nueva York, a partir de 1895.

Estaba sumergido en una batalla sin cuartel contra su rival Pulitzer y su “World” y ambos buscaban noticias sensacionales peleando lectores y abandonando, en particular el último, los principios elementales de ética que proclamaba respetar.

En Cuba se luchaba por la independencia y el proceso era seguido con atención por los Estados Unidos, interesados en el jugoso botín que significaban las posesiones coloniales hispanas, Filipinas, Puerto Rico y la gema del Caribe, Cuba. Pero hacía falta promover opinión pública en contra de España para eventualmente participar, y fue entonces el sensacionalismo neoyorkino su mejor aliado.

George Bryson, enviado especial del Journal a Cuba en 1897 fue el primero en conocer la historia de Evangelina Cisneros, una joven que en su afán de ayudar a su padre preso por revolucionario había protagonizado varios incidentes hasta que finalmente fue confinada en una “Casa de Recogidas” en La Habana.

Informado Hearst del caso ordenó la cobertura total promoviendo una campaña internacional por su libertad. Nunca le importó si las notas que llegaban de Cuba eran reales porque sabía que sus lectores querían saber de una bella niña, maltratada, abusada, vestida de andrajos, que barría habitaciones que compartía con prostitutas… por el solo delito de ayudar a su padre a luchar por la libertad.

Entonces Hearst tuvo una idea sensacional: rescatar a Evangelina y llevarla a los Estados Unidos.

Otro periodista del “Journal”, Karl Decker, organizó la presunta fuga que luego relatarían como una hazaña de suspenso y valentía. Todo fue falso. Lo que hizo Hearst fue enviar dinero suficiente para sobornar militares y dejar salir a la muchacha, que llegó a Nueva York con sus salvadores.

Fue el triunfo total de Hearst y la derrota vergonzosa de Pulitzer quien no tuvo más remedio que cubrir la información. El “Journal” instaló a la Cisneros en el Waldorf Astoria y al día siguiente le organizó una “Parade” a la que asistieron miles de personas ansiosas de conocer a la heroína, que poco después se casó con uno de sus presuntos liberadores. Cuando se desató la guerra y España fue derrotada, los diarios olvidaron a Evangelina para siempre. Murió en La Habana en 1967.

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